ENTREVISTA REYNA GRANDE

La distancia entre nosotros

Reyna Grande

 

¿Por qué decides escribir este libro biográfico?

Cuando llegué a los Estados Unidos, a los nueve años, sentí una desesperación de ver mis experiencias reflejadas en un libro. Mis maestros me daban puros textos sobre niños güeros Americanos. Los pocos libros que encontré que trataban del tema de la inmigración siempre eran sobre los inmigrantes adultos —y los niños estaban ausentes. Me preguntaba, ¿Dónde estoy? Me sentí invisible.  Años después, una de mis profesoras de escritura me dijo que yo misma tenía que escribir el libro que yo quería leer. 

 

Para mí fue muy importante alzar la voz por todos los niños inmigrantes, para que la sociedad no se olvide de nuestro dolor y nuestros sueños. Especialmente aquí en los Estados Unidos, estamos viendo cómo los líderes políticos maltratan a los jóvenes indocumentados. A través de mi libro espero poder cambiar esta conversación anti-inmigrante y convencer a la sociedad que debemos de ayudar a los jóvenes inmigrantes y dejar de causarles más traumas porque ya desde mucho antes de cruzar la frontera están sufriendo y luchando. Los jóvenes son nuestro futuro, no importa de dónde nacieron.

 

¿Cómo afectó la decisión de tus padres?

Las consecuencias se sufren hasta el día de hoy. Mi relación con mis padres ya nunca fue igual. El día que se fueron "al otro lado" fue el día que se convirtieron en extraños para mí.  Desde entonces, aunque volvimos a vernos y vivir juntos, ya no pudimos reparar nuestra relación. La inmigración y la separación familiar rompió los vínculos que nos unían. Por otra parte, he llegado a comprender que algo muy bueno resultó:  Ahora yo puedo quedarme y ver a mis hijos crecer.

 

La decisión de mis padres de irse a los Estados Unidos para buscar una vida mejor hizo que yo sufriera mucho a través de los años que ellos estuvieron ausentes. Ellos se perdieron mis cumpleaños, las navidades, día de las madres y del padre. No me vieron crecer.

 

Pero, aunque fue muy dolorosa —esa misma decisión ahora me permite a mí quedarme con mis hijos. Hoy, yo no tengo que irme a otro país para buscar una vida mejor. Yo nunca seré una ‘extraña’ para mis hijos. Ellos van a tener a su mamá hasta el día que yo muera.  Ellos van a tener un hogar y oportunidades, así como un buen futuro. Eso me permite decir, sin duda, que todo mi dolor y el sacrificio de mi familia valió la pena.

 

¿Qué edad tenían tú y tus hermanos?

 

Cuando mi papá se fue a los Estados Unidos yo tenía dos años y mis hermanos cuatro y seis. Cuando mi mamá se fue yo tenía cuatro años. Mi papá volvió a México cuando yo tenía nueve años y medio. A esa edad crucé la frontera.  

¿Qué consecuencias buenas y malas acarreó esta experiencia?

Lo malo, como dije antes, fue que mi familia ya nunca fue igual. Nuestras relaciones se rompieron y nunca pudimos superar la distancia. Lo malo fue tener que dejar México, mis abuelos, tíos y primos, mis amigos, mi cultura, mi lengua materna.

 

Al irme, México ya no me volvió a pertenecer. Mi español se convirtió en un idioma secundario porque ahora el inglés es el que domina mi lengua. Cuando voy a México me tratan más como turista y ya no soy lo ‘suficientemente’ Mexicana para la gente que me vio crecer.

 

Lo bueno fue que en Estados Unidos pude lograr lo que en México no hubiera podido. Me convertí en la primera persona en mi familia —en ambos lados de la frontera— en recibir un diploma universitario. Descubrí que tenía talento para escribir y pude perseguir una carrera como escritora. En México, éramos muy pobres y nunca me hubieran dado la oportunidad de perseguir el sueño de ser escritora —no sé, allá creo que eso es para los ricos que se pueden dar el lujo de escribir cuentos.

 

Ahora, con el triunfo que he encontrado en mi carrera, puedo apoyar a mis primos en México. He mandado a mis primos a la escuela. En la actualidad, estoy apoyando financieramente a mi primo que está en la universidad estudiando para ingeniero.

 

Para mí es importante compartir mis triunfos con mi familia que se quedó en México. Yo quiero que ellos también triunfen. Sólo que el problema es que aunque yo les ayudé con sus estudios, los salarios bajos no los puedo cambiar. Eso se lo dejo al gobierno Mexicano, que ojalá ya deje de permitir que los trabajadores sean explotados y mal pagados.

 

¿Qué tan difícil fue para ti hablar de esta etapa de tu vida?

Fue muy difícil porque cuando escribes tus recuerdos tienes que vivirlos otra vez, y sentir el mismo sufrir que sentiste la primera vez. Emocionalmente fue muy difícil.

También fue difícil recordar todo. Tuve que investigar y entrevistar a mis familiares para que ellos me ayudaran con los ‘huecos’ en mi memoria.

 

Otra cosa que se me hizo difícil fue que cuando estaba escribiendo el libro, mi padre fue diagnosticado con cáncer del hígado. Poco a poco, mi padre fue muriendo. Pero en mi libro, le di vida. Mi padre vive en mis libros.

 

¿Cómo sobreviven tus hermanos y tú al cuidado de tu abuela?

Mi abuela paterna fue muy cruel con nosotros. Ella no quería a mi mamá y nos decía: Quién sabe si son mis nietos. Quién sabe que andaba haciendo su madre cuando nadie la veía.  El dinero que mis padres mandaban de los Estados Unidos ella se lo gastaba en otras cosas. Nos daba poco de comer. Poco de vestir. Poco amor.  El trato que nos dio nos hizo sentir aún más miserables de lo que ya nos sentíamos. Lo que nos ayudó a sobrevivir fue el sueño de volver a ver a nuestros padres y tener otra vez un hogar. Me aferré a ese sueño.

 

¿Cómo recuerdas a tu mamá y a tu papá, antes y después?

Mi padre solo era una fotografía colgada en la pared. No tenía recuerdos de él porque se fue cuando yo tenía dos años. Me contaron que le gustaban las canciones de Vicente Fernández, entonces lo busqué en esas canciones.

 

A mi madre la encontraba en varios lugares —sus labios rojos como la buganvilia roja de la abuela. La encontraba en sus canciones favoritas de los Dandy’s. La encontraba en el rostro de su madre, mi abuela materna, cuando nos venía a visitar. La encontraba en los perfumes de Avon que se ponían las vecinas.

 

El problema fue que mis hermanos y yo, idealizamos a mi padre. Romantizamos el hombre que era. Pero cuando llegamos a vivir con él a Los Ángeles, él no era como lo habíamos imaginado. Mi padre era alcohólico y nos golpeaba mucho.  No era el hombre bueno y cariñoso que nos imaginamos.  

 

¿Cómo fue el episodio en el que tu papá regresa por ustedes para llevarlos a Estados Unidos?

A mí me dio mucha vergüenza cuando conocí a mi padre por primera vez.  No sabíamos que iba a regresar y cuando lo vimos yo estaba sucia, tenía piojos y lombrices, un vestido roto. Y él estaba gordito y saludable, limpio con bonita ropa de los Estados Unidos.  Yo no quería que mi padre me viera así, y quería que me tragara la tierra de la vergüenza.

 

El plan original de mi padre era de construirnos una casa en Iguala y regresar de los Estados Unidos cuando ya estuviera la casa terminada. Pero la economía en México estaba en el suelo y no había trabajo. Entonces los planes de mi padre cambiaron. Ya no pudo regresar a México y decidió llevarnos a Los Ángeles a vivir con él.

 

La ironía más grande de mi vida fue que mi padre se fue para ganar dinero, para construirnos una casa en México, y nunca —nunca— vivimos en ella.

 

Cuando por fin cruzaron la frontera, ¿qué tan difícil fue para ti adaptarte a un país que no conocías?

Pues tan difícil, que treinta y dos años después, todavía estoy tratando de adaptarme. Aprendí inglés, pero tuve que hacer a un lado el español porque en mi escuela la maestra sólo hablaba inglés. Me hicieron sentirme avergonzada de hablar español. Tuve que aprender la cultura y los modos de los Americanos y al mismo tiempo no perder mi cultura Mexicana. Por mucho tiempo me sentía partida a la mitad. Me sentí que no pertenecía a ningún lugar. No era suficientemente Mexicana y tampoco lo suficientemente Americana.

 

Pero ahora creo que ya acepté mi nueva identidad —soy dos Reynas. La Reyna Mexicana y la Reyna Americana. Soy bilingüe, bicultural, y binacional. No soy menos. Soy más.

 

Eres la experiencia de millones de personas que llevan este modo de vida, ¿qué le dices a ellos con este libro?

Nuestras experiencias son algo de qué sentirnos orgullosos y no avergonzados. Hemos sacrificado tanto para estar en donde estamos y nos vamos a quedar, luchar y triunfar. Somos fuertes e indomables. No nos vamos a dejar vencer. Somos humanos merecemos respeto. No somos criminales por querer una vida digna y oportunidades. La inmigración no es un crimen, en un acto de supervivencia. Todo ser humano tiene derecho a la vida.

 

¿Hay alguna experiencia o anécdota que se haya quedado fuera de "La distancia entre nosotros"?

Sí. ¡Pero acabo de terminar de escribir la segunda parte! Tengo muchas cosas más por escribir.